Condenado (parte I)
Cristian se dio cuenta de su inmortalidad el año 1997, a los 24 años, cuando iba viajando hacia Trujillo en un colectivo interprovincial. Se había gastado casi toda la plata que ahorró durante el verano en menos de dos noches, así que tuvo que subirse a un colectivo pirata. Todos se quedaron dormidos a las dos horas de empezado el viaje y el chofer también, así que nadie lo despertó y el colectivo salió volando cuesta abajo. El chofer y los seis pasajeros que iban en el auto murieron en el acto, menos Cristian que salió disparado y terminó sobre unas rocas a pocos metros de otro pasajero que tampoco se había puesto el cinturón, pero que no había tenido la misma suerte que él de nacer inmortal. Los médicos lo encontraron sin conciencia y destrozado: las piernas todas abultadas por los huesos salidos de su lugar, los brazos torcidos, el estómago perforado por un pedazo de vidrio y la boca molida y llena de sangre. Le dijeron que no podían explicar que haya sobrevivido si había perd